Una noche de dulce deseo...

El manto negro de la noche
lucia tachonado de fulgurantes lucecillas,
opacadas por el resplandor de una ciudad viva,
el frío recorría mi cuerpo,
un vientrecillo murmuraba a mi oído,
pero mi mente, mi alma y mi corazón estaban lejos,
viajaban miles de kilómetros,
recorriendo montañas, ciudades,
bosques, praderas y desiertos,
hasta una lejana ciudad
en donde se depositaban todos mis sueños,
todas mis ilusiones, todos mis esfuerzos.

Un viaje ansiado por mi cuerpo,
una ilusión hacia el futuro:
realizar una gran travesía
tan solo por mirar tus ojos un breve momento,
por rozar tu mano, por un sutil abrazo
y tal ves inmersos en un sueño
un cariñoso beso,
resultado de una explosiva reacción de este amor
que se desborda de mi ser a cada instante.

Una noche de dulce deseo,
un deseo que rompe con reglas no escritas,
pero que, para el amor es real, honesto y cristalino…
¿Qué hace inconcebible para muchos
que el amor verdadero exista en dos seres
de edades tan alejadas?
Durante muchos siglos no existió reproche y hora lo es.
¿Qué puede evitar que dos personas
que se aman a distancia sueñen con un encuentro?

En mi corazón este deseo, este sueño,
es honesto y transparente,
es la continuación de un amor que ya existe,
que a borbotones brota desde el fondo del alma
y se rebosa en la tierra de las letras,
a la luz de ojos lectores de todas partes del mundo,
un amor que no se esconde
y que se compromete día a día desde un aquí y un allá…

Una noche de dulce deseo,
una señal más de este amor
que a todas luces es real y verdadero,
un bello pensamiento, a veces sueño,
a veces anhelo, a veces proyecto,
y que solo el tiempo y las condiciones
le darán su real significado.

Hoy, en medio de la noche,
solo pienso en ti y solo se que te amo…


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