Hundí mis manos en le lodo, con cierta ansiedad y de pronto un toque de conciencia, venía de uno de esos instantes en que un impulso te hace actuar muchas veces sin una lógica aparente. Sonreí un poco para mis adentros mirando las mangas de mi camisa blanca medio arremangadas, y ya un poco salpicadas, de la negra masa que cedía al movimiento de mis manos, tersa e interesante sensación que solo el orfebre y los niños disfrutan sin reparo.
El tonto pudor de adulto me impidió mirar a mí alrededor y un calor ligero recorrió mi rostro, mientras un pensamiento de resignación me incitó a continuar la acción. La verdad la tarea no era del todo agradable, al final de cuentas no era arcilla la que amasaba en mis manos si no lodo, el olor tampoco era muy reconfortante, continué la búsqueda en esa mezcla de lodo y agua y de pronto, una pequeña luz, un pequeño destello me hizo detener el movimiento. Con mucho cuidado hurgué en el sitio indicado y saqué la pequeña pieza, con cuidado y un poco de agua de la superficie la limpié. Era un delicado pendiente que al contacto con la luz lanzaba pequeños pero bellos reflejos… Lo miré por un instante como el pirata contempla su tesoro al encontrarlo…
Levante la vista y encontré un dulce, radiante y bello rostro, que no se, si me devolvió a la realidad o me hundió más en la fantasía. Una mirada cristalina, mezcla de incredulidad, sorpresa, gratitud y ternura.... Por un instante una conexión de universos, un encuentro de dos almas, sin palabras, sin expresiones, sin contacto físico… Sólo el universal lenguaje de una mirada que derriba murallas y deja al descubierto el alma.
A lo lejos el sonido de un claxon rompió el encanto, ella volteó y regresó la mirada, un pequeño subir de hombros me dijo sin palabras que se tenía que ir, estiré mi mano y deposité en la suya el pendiente, y en finísima estampa de delicada coquetería ella se lo puso. Acercó su rostro al mío, un acariciante beso hizo vibrar mi mejilla, un gracias inundó mis oídos y se fue…
Ahí, aún en cuclillas, miré como se alejó hasta desaparecer, una calida sensación recorría mi cuerpo, una delicada bruma nublaba mi vista y mi aturdido pensamiento solo alcanzó a expresar una burda moraleja:
“A veces en el fondo del lodo podemos encontrar una luz
y esa luz se puede convertir en un cachito de cielo”
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¡FELIZ DIA DEL SEÑOR!
¡DI SI A LA VIDA!
En el lodo...
