La mañana era fría, el la luz poco a poco se abría paso en la oscuridad, a pesar de lo incipiente de aquel día un grupo de hombres esperaban en las afueras de la Casona de Rocas, montados en sus caballos, permanecían expectantes, hasta que de pronto apareció un jinete…
—Señor Duque buen día… —Dijo uno de ellos.
—¿Bien día? ¡Ja!, espero lo sea, esto de levantarse a estas horas es para las gallinas.
—Esperamos instrucciones mi señor, espero nos aclare porqué no llevamos uniforme.
—Bueno escúchenme muy bien, necesito que marchen rumbo a Floresta, encuentren un buen lugar para una emboscada y preparen el asalto.
—¿A quién vamos a emboscar señor? —Preguntó otro de los hombres.
—A mi contestó el Duque tajantemente.
—Pero señor, ¿Cómo es eso?
—Sí, yo partiré en un par de horas rumbo a Floresta con el Duque de esas tierras, ustedes nos atacarán y yo me defenderé, no se preocupen he elegido a los guardias más torpes para que me acompañen, así que tendrán ventaja. Repito voy a defenderme pero no lo haré a matar, su objetivo es deshacerse de Duque de Floresta, tengan en cuenta que nos acompañan tres guardias de él, por lo que deben enfocar sus esfuerzos en ellos. El Duque debe morir, ¿queda claro? Una vez que él y sus hombres sean eliminados cesaremos la escaramuza.
Algunos de los hombres mostraron cierta sorpresa ante las instrucciones, cosa que Alba notó y dijo:
—¿Hay algún problema con estas órdenes?
—Señor… —Contestó inseguro uno de los presentes—, eso es traición.
—A ver ¿Perteneces a la Guardia del Ducado de Alba? —Dijo el Duque acercándose a él.
—Sí señor.
—Y ¿No es el mismo Duque de Alba quien te da la orden?
—Sí, Señor solo que…
Aquel hombre no pudo terminar su frase de duda ya que una espada lo atravesó. Los demás presentes parecieron no inmutarse ante la acción, mientras el Duque envainaba su espada y preguntaba:
—¿Alguien más tiene dudas?
—No señor. —dijeron a una voz los jinetes.
—Bueno, pues adelante entonces.
Ante esta orden el grupo partió, mientras Alba regresaba a la casona.
….
—Señor de verdad ¿no quiere que le preparemos algo para el desayuno?...
—Señor ujier le agradezco sus atenciones y su preocupación, pero me es urgente hablar con el Duque, además anoche he cenado mucho así que aun no tengo hambre.
—Está bien, como guste mi estimado Conde, haré que le preparen su montura, a buen paso en un par de horas llegará a la Casona y resolverá eso que tanto le angustia.
—Se lo agradezco nuevamente.
….
—¡Oye tu, niña! —Se escuchó una voz fuerte ante la que Claudine sobresaltada giró su cuerpo en la dirección que provenía.
—Si… ¿dígame?
El hombre de atuendo negro se acercó hasta ella y le dijo ya en voy más discreta:
—Necesito que vallas con la señorita Cárdigan y que le pongan un sello a esta orden. —Y extendió un papel enrollado.
—Está bien lo haré, pero la señorita aun debe dormir.
—Pues despiértala, te aseguro que no se molestará.
—Espéreme en la cocina, en cuanto tenga el sello vendré a buscarle.
Dicho esto Claudine atravesó el patio y entró al edificio principal.
….
Rádulf abrió los ojos y se incorporó con dificultad, estaba adolorido después de pasar la noche tratando de dormir sobre la fría loza. Su mente poco a poco se aclaraba y comenzó a recordar todo lo que había pensado y soñado antes de quedar dormido.
En un rincón de aquella mazmorra había un balde de agua algo turbia, se acercó y como pudo comenzó a asearse un poco, mientras sus pensamientos se hacían sonoros…
«Esto es una locura, ¿cómo es que he llegado aquí?» Murmuró mientras el agua fría tocaba su rostro. «La verdad, es surrealista todo esto… Mi vida era monótona e invisible hasta que llegaron aquellas cartas… y ahora estoy preso, acusado de asesinato y en medio de una conspiración… creo que, aunque… Cárdigan y Claudine quieran ayudarme, hay poca probabilidad de que puedan hacerlo… Cárdigan… ¡Ah!, hasta hace unos días el solo pronunciar este nombre me hacía volar; hoy… no sé que siento… De un golpe ese nombre paso a ser de lo más maravilloso que poseía a ser una oscura burla, para después tomar un valor diferente. Cárdigan, Cárdigan, Cárdigan… ¿que eres en este viejo corazón?... No puedo negarlo, hay una emoción nueva en mí, las letras viajeras que nos unieron han tomado nuevo sentido, un nuevo brío… Aquel sentimiento profundo que portaban, finalmente no se fue a la basura, por el contrario encendieron una llama incierta, una flema anónima en la oscura soledad de dos corazones… Yo escribía a un de corazón y a un corazón… Y de forma inverosímil el vínculo fue real…»
Rádulf se sentó contra una de las paredes y en aquella penumbra, cerró los ojos y con facilidad pudo dibujar en su mente el rostro de Cárdigan… su figura… sus movimientos…
«Debo aceptar que es hermosa, que a pesar de todo este embrollo, su luz es deslumbrante… esa mirada, esa mirada mezcal de temor, seguridad y… ¿complacencia?... Debo estar loco, pero puedo jurar que en su desconcierto había un dejo ¿agrado?...» Sacudió la cabeza. «Soy un tonto engreído, ¿cómo puedo pensar así?... Mi edad, su edad… mi posición, la suya… mi fealdad, su belleza… ¿Por qué querrá ayudarme?... Me es difícil creer en este momento… me es complicado pensar que hay algo sentimental… ¿Habrán sentimientos?... Claudine dice que ella me quiere, confío plenamente en ella… pero ¡Rayos! ¿Qué debo pensar?...
Trató de dejar su mente en blanco sin mucho éxito, hasta que después de un profundo suspiro regresó a su monólogo…
«Quizá estos sean los últimos días en este mundo… ¡Que mas da creer una vez más!, puedo elegir con qué actitud, con qué pensamientos y con qué sentimientos vivir mis últimos instantes y que mejor que seguir con ese sueño que me despertó del letargo… Qué mejor que dejar que mi corazón sueñe con esa hermosa y joven mujer que se hace presente cada vez que cierro los ojos… En este momento la siento un poco distante y fría… Pero ese su espíritu me ronda, me envuelve, me abraza… Al final soy afortunado… ¿Cuántos seres en esta tierra pueden decir que han amado con tal fuerza a alguien invisible a los ojos?, ¿Cuántos se pueden sentirse de alguna forma correspondidos?… Cárdigan… Cárdigan…
….
—¿Señorita Cárdigan?... Balbuceó Claudine con voz tenue.
—¿Si?... ¿Qué pasa?... Contestó la dama aún perdida entre la realidad y el mundo de los sueños…
—Perdón que la despierte, pero me he encontrado al hombre de negro y me ha pedido un sello para esta misiva.
—Cárdigan se incorporó con presteza, tomo el documento desenrollándolo y leyó:
“A la guardia en turno:
Doy la instrucción para que de inmediato se entregue el prisionero que se ha capturado en las tierras del Ducado de Lavalle de nombre Rádulf, a Gustave de Saint Jouvent, guardia personal del Duque de Alba.
Proporcionen monturas para que sea trasladado a la Casona de Rocas, a fin de ser interrogado.
Duque de Floresta”
Cárdigan sonrió, se incorporó, fue hasta su mesa de trabajo, enrolló la misiva y después de derretir un poco de lacre estampó el sello. Se lo dio a Claudine diciendo:
—Llévaselo por favor.
La joven salió de inmediato y se dirigió a la cocina, al llegar se encontró con una multitud de gente trabajando y yendo de un lado al otro, por lo que de momento no pudo distinguir a Gustave, con quien si se topó fue con la cocinera mayor, que refunfuñó al verla.
—Dichosa tu que puedes andarte paseando por todos lado, mírame a mi correteando para preparar los alimentos para mis señoras y toda esta bola de glotones, ¡Va! Y para no acabar también tengo que darle su desayuno a ese haragán guardia del Duque de Alba.
—No se altere doña, si quiere yo le llevo su plato ¿Dónde está?
La cocinera hizo una seña con la mirada hacia un rincón de la cocina y extendió un plato rebosante de ensalada de lechuga con nueces y arándanos, el cual tomó Claudine. Se acercó al hombre indicado y dejó el plato a la vez dejó caer sobre la mesa la misiva enrolladla.
El hombre de negro tomó ágilmente el papel y lo guardó para después exclamar con estruendosa voz:
—¡Ya! ¿Pastura?, ¡esto es para los caballos o las vacas! ¿Qué en estas tierras no se come algo decente?, Mejor me voy, que tengo un acarreo pendiente…
Se levantó enseñando los dientes hacia la cocinera y en un giro guiño el ojo a Claudine.
—¡Patán!, ¡Muerto de hambre!, ¡Vallase de una vez antes que lo saque a patadas! —Gritó lka cocinera fuera de sí.
Gustave salió del lugar y se dirigió a las mazmorras. Entregó el documento si decir palabra al guardia en turno. Esté después de leerlo, le indicó a otro guardia que fuera por dos caballos y con un espere aquí se dirigió a los calabozos.
Después de algunos minutos regresó empujando al prisionero que venía con las manos atadas. Al verlo, Rádulf no pudo controlar su sorpresa.
—¿Tu?
—¿Te sorprende? ¬—Contestó con voz burlona el hombre de negro.
—¿Se conocen? —Preguntó el guardia extrañado y con cierta desconfianza.
—Sí —se adelantó a contestar Gustave— Yo lo apresé en Lavalle y ahora lo llevo a su nueva prisión, este pobre diablo probará las mieles de la justicia del Ducado de Floresta…
El guardia soltó una carcajada, pero Rádulf percibió en las palabras algo, por lo que solo agacho la cabeza.
Salieron al patio, y montaron en los caballos que les acababan de preparar.
Al momento de iniciar el viaje Gustave dijo con voz sonora:
—¡Vamos Rádulf! El destino te está esperando.
….
Una historia está por escribirse, un momento promete lo incierto, latidos en el aire, momentos de sensaciones, suspiros… y tal vez, solo tal vez una historia de amor.