Capítulo 29 "Una muerte y sus razones"

Rádulf miraba con incredulidad y dolor aquel cuerpo. Lo agitaba gritando:

—¡Esteban!, ¡Esteban!...

Pero no había respuesta, acercó su rostro y no percibió respiración alguna, colocó su oído sobre el pecho de Esteban y tampoco escuchó latidos, levantó la cabeza y miró hacia todos lados descubriendo la calle desierta. ¿Qué debía hacer?, se sentía aturdido, revisó el cuerpo y encontró una herida fina a la altura del corazón que aun sangraba, al parecer un florete había atravesado las vértebras llegando al corazón.

El rostro sin vida de Esteban reflejaba sorpresa, los ojos estaban muy abiertos así que con cuidado usando sus dedos Rádulf los cerró.

Quedó un momento más mirando aquel cuerpo, intentando descifrar que había sucedido, respiró profundo y dijo en voz baja:

—Que el cielo te reciba, descansa en paz amigo...

Observó un poco más y descubrió junto al cuerpo una pequeña bolsa de cuero que estaba vacía, miró con más detenimiento y descubrió que sus manos estaban crispadas, en una de ellas se asomaba un papel arrugado, con cuidado lo sacó del rígido puño, lo extendió y comenzó a leer:

"Todo se adelantó la hija viene, el Duque no, requiero instrucciones porque..."

De pronto sintió la presencia de alguien, iba a voltear cuando sintió un fuerte golpe en la cabeza, todo giró a su alrededor y una profunda oscuridad lo invadió...

—¡Señor, señor!, ¿Se encuentra bien?, ¡Señor responda!

Rádulf escuchaba muy lejana aquella voz femenina que repetía.

—¡Señor, señor!, ¿Me escucha?, ¡Señor despierte!

Poco a poco fue reaccionando hasta que por fin pudo abrir los ojos, encontrando muy cerca el rostro de una mujer de edad avanzada que lo miraba con preocupación.

Sí, si —alcanzó a decir— Creo que me encuentro bien.

—¿Que le ha pasado está lleno de sangre?

—No lo sé... estaba... el cuerpo... no es mía es de... —Intentó incorporarse pero aun se sentía mareado además de tener un tremendo dolor en la nuca.

—¿Cuál cuerpo señor?, de que me habla, ¿De verdad está usted bien?

—Sí, me parece que sí, es que aquí había... —Rádulf logró incorporarse y volteó en todas direcciones buscando el cuerpo de Esteban, pero éste y no estaba—. Aquí había un hombre herido... ¿No lo vio?

—No señor solo venía pasando y lo vi aquí tirado, por tanta sangre pensé que estaba muerto.

Con trabajo Rádulf se puso de pie aun desconcertado con la ayuda de aquella señora y dando las gracias se encaminó lentamente de regreso a la casa del Conde.

Mientras caminaba y a pesar del intenso dolor, su mente poco a poco fue recordando cada detalle del reciente suceso, calculó la hora y se dio cuenta que debía haber estado inconsciente no menos de treinta minutos, las preguntas se fueron agolpando en su interior: «¿Quién lo había golpeado?, seguramente el que lo hizo se llevó el cuerpo de Esteban, ¿Qué significaba aquel mensaje? El Duque, la hija... Un sudor frio recorrió su cuerpo, debía referirse a Cárdigan y su padre. ¿Cómo no pudo leer más?, ¿Estaría su amada en peligro?, ¿Qué significaba todo aquello?, debo saber más», detuvo su paso y regresó por donde venía.

Al llegar al lugar se dio cuenta que la señora había desaparecido, se sintió un poco avergonzado al pensar que no le había agradecido bien su ayuda, pero la verdad estaba bastante aturdido.

Fue al sitio donde estaba la mancha de sangre que ya había perdido su rojo brillante y poco a poco se secaba y se perdía entre las piedras dejando su huella en una sombra de color tinto ennegrecido. Ya no estaba la bolsa, ni la nota. Miró con atención descubriendo rastros de sangre hacia un costado y a escasos dos metros otro pequeño charco de ésta... «Subió el cuerpo a un caballo se dijo». Buscó un poco más lejos y encontró algunas gotas... «Salió en esta dirección» murmuró, intentó seguir el rastro pero solo encontró unas cuantas gotas y cada vez más espaciadas a lo largo de un par de cuadras. «Juraría que van hacia la salida del pueblo, rumbo a la Huerta del Peñón... Debo buscar un caballo».

Rehízo su camino a toda prisa hacia la casa del Conde, cuando llegó, dio instrucciones a uno de los sirvientes para que recogiera el carretón que había abandonado y comprara el aceite de oliva, tomó un caballo y salió al galope rumbo a la huerta.

En el camino cruzó con el carruaje del Conde, deduciendo que en él iba Mariana rumbo a floresta, no se detuvo y continuó su rumbo. Había intentado descubrir más rastros pero no lo había conseguido.

Al llegar distinguió al conde sentado en la pequeña barda de piedra que delimitaba la entrada de la propiedad y se dirigió hacia él.

Al verlo, el Conde con sorpresa exclamó:

—Rádulf ¿Qué haces aquí?, ¿Te ha pasado algo?. Te ves mal.

—Conde: ¿Ha venido alguien, ha visto algo extraño?

—¿A qué te refieres? No, no ha venido nadie ¡¿Qué pasa?! ­ —Respondió el Conde con tono de alarma.

—Es que ha sucedido algo...

—¿Con Mariana?

—No. —Rádulf se llevó la mano a la cabeza, tratando de mitigar el dolor y la agitación que sentía.

—Señor, he ido al pueblo en busca de abastecimientos y he encontrado a Esteban, el mensajero de Floresta muerto.

—¿Muerto? ¿Cómo es eso? ¿Alguna riña? Pero... siéntate te ves tambaleante.

Rádulf se sentó junto al conde y le contó lo que acababa de vivir recalcando las palabras que había alcanzado a leer en el papel.

El Conde quedó pensativo por un momento y después comentó:

—Mira creo que esto es algo preocupante, existe un rumor referente a la corona, dicen que el Rey está enfermo al parecer le atacan fiebres y convulsiones, por todo ello se ha avivado el avispero en la corte y tu sabes que el Duque de Floresta por su línea familiar puede aspirar al trono.

Ahora que estuvimos en sus tierras se comentó que habían descubierto que algunos de sus empleados eran espías de quienes quieren hacerlo a un lado, se presume que se ha utilizado el correo oficial de la casa del Duque para conspirar, es por ello que las misivas nos piden se incremente la seguridad de su hija Cárdigan. Por lo que me dices creo que este pobre diablo estaba involucrado en estos enredos, lo que me preocupa es que anduviera tanto por estas tierras, podrían pensar que gente de Lavalle está involucrada en las conspiraciones, pero tú sabes que no es así, somos tranquilos y fieles a la corona y sus designios...

Rádul escuchaba con atención tratando de entender y sintiendo una preocupación particular, ya que de alguna forma si existía una conexión de correo entre Floresta y Lavalle, pero no precisamente era con tientes de conspiración...

—¿Qué piensas de todo esto Rádulf?

—Conde hasta hace poco los amores de Esteban estaban en estas tierras yo atribuiría su presencia a esta situación, aunque después de escucharlo es muy probable que estuviera involucrado, y bueno pensando un poco más creo que su informe ya no llegó a su destino.

—En eso tienes razón, ¿Con quién tenía amoríos el tal Esteban? ­ —Preguntó el Conde con curiosidad.

—Con Claudine la hija de Don Eugenio el tabernero.

—A mira que cosas, de Don Eugenio no puedo dudar, pero ¿No crees que la hija esté involucrada?

—No, por ella yo respondo. —contestó Rádulf tajantemente—. De hecho ella ahora está en la servidumbre de Floresta.

—Preocupante es eso...

—Le reitero que ella no tiene vela en el entierro.

—Lo entiendo Rádulf no es por ella sino por El Duque de Floresta, si el pelado este que mataron tenía relación con ella y él se entera, la chica podría tener problemas y por lo tanto ligar a Lavalle en todo este lio.

—No lo había pensado así. —Respondió Rádulf.

—Oye, pero me dices que el cuerpo desapareció y que venía hacia acá, ¿Quién habrá hecho ese trabajo? Mira que me toca investigar el asunto, si se sabe del asesinato.

—Pues no lo sé, no he visto nada extrañ... ­—Rádulf interrumpió sus palabra al recordar al hombre de negro, único forastero que había notado, un sudor frío lo recorrió cuando su memoria trajo al presente aquellas palabras "Sigo a quien te sigue"...

—¿Qué pensaste? ­— Inquirió el Conde interrumpiendo las cavilaciones de Rádulf.

—Pensé en el hombre de negro, que se vio con el guardia de Floresta.

—¡Eso es!, tienes razón, todo encaja. Entonces debemos concluir que esta ejecución viene del lado de Floresta y por ello podemos tranquilizarnos un poco. Quizá llegaste en un momento inoportuno y el cuerpo apenas lo iba a desaparecer, por eso te golpeó. Se debe haber salido del camino viniendo hacia acá y lo debe haber tirado por ahí.

Creo que no investigaremos más, no sabemos nada.

—Pero Conde es un asesinato.

—Rádulf entiéndelo... No sabemos nada...

—Está bien señor... si me lo permite necesito descansar un poco, la cabeza me revienta.

—Está bien Rádulf descansa este día ha sido devastador... —Al decir esto el semblante del Conde cambió y en él se reflejó una melancolía que por un momento había sido olvidada. Rádulf lo notó y dijo:

—Perdón Conde, con todo esto no le he preguntado cómo le fue con Mariana.

—Mal, mi querido escriba, ha sido algo muy difícil, habíamos pensado que quizá el Duque de Alba olvidaría su aventura y seriamos libres de vivir algo nuestro, pero a ambos nos ha devastado la petición de que ella regrese. Se fue muy triste, aunque entiende que así debe ser. Y que el tiempo decidirá.

—Lo siento en el alma.

—Bueno Rádulf vete a descansar, ponte compresas frescas en la nuca, y nos vemos mañana, es más, vámonos juntos, tú te quedas en tu casa y yo sigo hasta la mía, quédate con el caballo, mañana tendremos mucho que hacer.

Ambos hombres tomaron camino en un total silencio, cada uno con sus propios pesares, el Conde con un dolor profundo en el corazón y Rádulf aun aturdido y con muchos temores y dudas...

....

A pesar de los eventos e intrigas, aun hay esperanza... Una historia está escribiéndose, un momento promete convertirse en sublime, un instante, un latido, un anhelo... una historia de amor...

 

 


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