Capítulo 6 "Palabras indiscretas."

Sin voltear, por respeto, escuchaba el cuchicheo como lejano hasta que un nombre resonó en sus oídos atrayendo su atención.

—¿Cárdigan? ­—Preguntaba la chica,

—Cárdigan —contestaba su pareja.

—Pero es tan rara... No puedo negar que es bonita, sus ojos han inspirado a varios poetas y jugares en la comarca, pero, ¿contigo?, no me gusta la idea. Prométeme que no me olvidarás por esa flacucha. La verdad me muero de celos al pensar que la tocarás y dormirá a tu lado.

—No te preocupes –respondió el joven —son solo negocios de familia tendré más poder, pero tú siempre serás a quien amo, ahora que... darle un heredero pues...

Una sonora cachetada sonó, mientras el corazón de Rádulf se angustiaba profundamente, miró de reojo y vio a la pareja fundida en un abrazo y en un apasionado beso...

¿Qué significaban aquellas palabras?, La inquietud era muy grande, ¿Qué debía entender de aquella plática?

Rádulf, tomó camino a su posada, caminó como taciturno y apresurado, no alcanzaba a ligar pensamiento, solo en su corazón latía un nombre: Cárdigan...

Llegó a su cuarto, se dejó caer sobre el camastro y se durmió entre mil murmullos de sus labios: Cárdigan, Cárdigan, Cárdigan...

Estruendosos ruidos despertaron a Rádulf que sobresaltado se incorporó, el viaje había sido largo y las emociones fuertes así que había caído rendido, todo parecía tan confuso en su mente, como sueños y pesadillas combinados en una sola noche.

Se asomó al balcón, la calle estaba llena de gente, los invitados a los festejos comenzaban a llegar de todas partes, las personalidades se alojaban en el castillo, pero su servidumbre y acompañantes, así como gente común que se acercaba a la fiesta, buscaba asilo en el pueblo.

Ya es tarde, pensó Rádulf, se aseo con rapidez, y salió de la habitación bajó las escaleras y se asomó a la cocina de la posada, si bien el amor lo alimentaba también el cuerpo pedía alimento, escudriñaba entre las alacenas y la estufa, buscando que podía saciar su hambre, varas cocineras laboriosas trabajaban en la preparación de los alimentos, los olores hacían más rebelde el estómago de Rádulf, de pronto una voz:

—¿Rádulf? ¿Eres tú?, ¿Me recuerdas?

Miró hacia la puerta de donde provenía la voz, y apenas pudo distinguir una silueta a contraluz la puerta daba al patio y la luz del sol entraba de canto por lo que solo un fino cuerpo de mujer se dibujaba, hizo sombra con su mano para poder distinguir, y reconoció aquel rostro:

—Hola Claudine ¿Qué haces aquí?

—Pues de servicio mi bello poeta, tu sabes que mis tíos son dueños de la posada y en estas fechas necesitan toda la ayuda posible, anoche te vi llegar pero consideré que debías venir rendido así que no te busqué, pero ven, tus palabras deben alimentarse.

Se acercó a él, lo tomó de la mano y lo llevó a una mesilla en un rincón, sirviéndole un gran plato de fabada.

—Después te veo hay mucho que hacer.

Rádulf comió con ánimo y también su corazón se fortaleció, al terminar miró para todos lados pero ya no encontró a Claudine...

Salió de la posada, se dirigió a la fuente de San Fernando, al llegar buscó entre sus cascadas una roca descrita en las cartas de Cárdigan, la encontró y detrás de ella... su corazón dio un vuelco, una pequeña carta encontró ahí...

....

Una historia está por escribirse, un momento promete convertirse en sublime, un instante, un latido, un anhelo... una historia de amor...


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