Cárdigan se separó de la ventana, al ver que se llevaban a aquel hombre, salió del despacho y se fue a su habitación, estaba extrañada y algo asustada. Los sucesos habían pasado muy rápido, el encuentro con el escriba, después el escándalo al que acudió para observar y enviar a Claudine para que supiera de qué se trataba...
«¿Quién era aquel hombre?, ¿por qué le había hablado con tanta confianza?» Era como si la conociera, pero jamás lo había visto. Había escuchado los rumores de una conspiración en contra su familia, pero esto, no parecía tener relación.
Caminaba en círculos intranquila tratando de pensar aun con los efectos del susto, cuando distinguió sobre la pequeña mesa una carta.
Se acercó insegura, la abrió y con recelo comenzó a leer...
"Mi amada Cárdigan"
Una expresión de sorpresa se dibujó en su rostro...
"Hoy mi vista ha sido bendecida con tu imagen, he sido el hombre más agraciado al contemplarte, he visto como todo palidecía ante la luz de tu presencia, he vivido una experiencia maravillosa, te vi aparecer como el brillar del faro para el extraviado navegante y sentí esa indescriptible emoción de descubrir tu inefable belleza reflejada en mis pupilas. Tu mirada inquieta, tu cadencioso caminar y pude escuchar tu voz a lo lejos, tu timbre tan tierno, tu amabilidad y delicadeza..."
Cárdigan llevo su mano a su boca al tiempo que aspiraba por ella...
"Verdaderamente he quedado prendado de ti. Pensar que esa visión tan bella, esa mujer tan especialmente encantadora, es poseedora de una inteligencia y sensibilidad, que me ha hecho en las letras un hombre distinto y enamorado."
La mano pasó de la boca a su pecho oprimiendo, como intentando sentir los latidos de su corazón y continuó leyendo...
"Este ansiado momento ha llegado, te he visto, no sé si tú lo hiciste, por un momento sentí que nuestras miradas se abrazaban a lo lejos...
Te amo y hoy estamos más cerca que nunca.
Bienvenida a Lavalle, esta tierra será recordada porque tus plantas la han pisado.
Perdona mi torpeza al escribir pero mi corazón parece salir de mi pecho, toda nuestra historia en las letras, hoy vivió un episodio importante y espero que podamos vivir otro más. Estoy emocionado..."
Una sensación de debilidad se apodero de sus piernas, así que se sentó en la silla que tenía al lado y siguió con la lectura...
"Sé que nos unen los pensamientos y sentimientos que viajaron en la palabra escrita, que por mucho tiempo hemos tenido solo este enlace, también sé, que no podemos aspirar a más que un leve encuentro, pero espero con ansias ese instante.
Te amo y espero que estas letras lleguen a ti y podamos encontrar un instante de presencia física.
Cárdigan soy tuyo por siempre.
Rádulf."
Una lagrima tal vez de emoción o de compasión rodo por aquella tersa y blanca mejilla, sin entender mucho aquellas palabras. Incrédula releyó la carta una vez más y después con lentitud la llevó hacia su pecho, intrigada, emocionada, desconcertada...
Aquella escena que en los sueños más caros, Rádulf había tenido, en ese momento se volvían realidad, de la forma más extraña.
Cárdigan alejó un poco la carta y la miró nuevamente, esta vez sin leer, solo la observaba mientras su mente trataba de entender, que significaba todo aquello.
Buscó en el texto una parte específica que necesitaba entender...
"Sé que nos unen los pensamientos y sentimientos que viajaron en la palabra escrita, que por mucho tiempo hemos tenido solo este enlace, también sé, que no podemos aspirar a más que un leve encuentro, pero espero con ansias ese instante.
Te amo y espero que estas letras lleguen a ti y podamos encontrar un instante de presencia física."
«Él pensaba que teníamos comunicación escrita y que queríamos encontrarnos, él ¿me ama?...»
Uno leves golpes en la puerta de la habitación sacaron a Cárdigan de sus cavilaciones...
—¿Si? —preguntó, al tiempo que ocultaba la carta.
—¿Señorita puedo pasar?
—Pasa Claudine.
Miró a la chica que traía el rostro descompuesto, era indiscutible que había llorado y aun le costaba trabajo hablar.
—¿Qué ha pasado?
—Mi señora, ¡se lo han llevado preso!, dicen que mató a Esteban, el mensajero de vuestro padre y que fue mi novio, pero ¡Se lo juro, él no pudo haber sido, lo conozco, él no sería capaz! —Claudine sollozaba, perdía la compostura frente a su ama, pero era demasiado para ella, Esteban, Rádulf...
—Tranquilízate —dijo con tono suave, buscando entre sus ropas sacó un pañuelo y se lo dio a Claudine. Ella sorprendida ante la amabilidad dudó— Pero señorita...
—Tómalo, vamos cálmate un poco, dime, necesito saber ¿conoces bien a... Rádulf?
Claudine hizo un esfuerzo hasta que pudo serenarse y contestó:
—Sí, el es un muy buen amigo, lo conozco desde que era pequeña, es un buen hombre, su vida ha tenido episodios difíciles, me cuentan que su esposa le pidió el divorcio porque trabajaba mucho y no la atendía, desde hace ya muchos años, el ha sido escriba del Conde, incluso sé que le maneja la correspondencia privada, él escribe muy bonito, yo le digo "mi poeta" —al decir esto Claudine esbozó una suave sonrisa, miró a su ama y al verla tan interesada continuó—. Ha sido cómplice del Conde, escribiendo cartas para sus amoríos. Esteban que era mi prometido le tenía celo, yo amo a Rádulf pero de otra forma, somos de esos amigos entrañables que nos cuidamos mutuamente...
—¿Y su vida personal?, ¿su vida amorosa?... —Preguntó Cardigán, interrumpiendo.
—Es muy tranquilo y reservado, varias veces bromeé con él, diciéndole que si quería ser monje, tuvo un amorío con una joven que falleció hace poco, él le escribía y ella también, pero después lo engaño con otro. Hace poco sospeché que tenía una relación con alguien, pero por más que quise averiguar no me dijo nada, yo creí que estaba en Floresta por esa razón...
Cárdigan hizo detener aquel relato con una seña de su mano, pesó un poco y dijo:
—Claudine, aunque tienes poco tiempo a mi servicio, has demostrado ser alguien leal, entraste como cocinera y a los pocos días te volviste una de mis damas de compañía, te tengo confianza pero debo preguntártelo y piénsalo bien, porque esto es algo serio: ¿Puedo confiar en ti?...
—Por supuesto señorita, usted sabe que si, en lo que sea.
—¿Sabes leer?
—Si señorita, Rádulf me enseñó.
—Bien, lee esto y dime qué piensas...
Cárdigan sacó la carta de Rádulf y se la entregó. Claudine leyó la carta y su rostro se fue llenando de asombro, al terminar miró directamente a Cárdigan con una expresión interrogativa y alcanzó a preguntar:
—¿Está enamorado de usted?, ¿ustedes se conocen?
—No. —Respondió tajantemente.
—Pero... aquí se dirige a usted...
—Lo sé, creo que alguien se ha hecho pasar por mí y creo saber quien fue. Dime, me pareció que Rádulf te dijo algo cuando se lo llevaban, ¿Qué te dijo?...
—No lo sé, parecía atontado por los golpes... murmuraba... mi casa, las cartas, lo repitió varias veces.
Cárdigan pensó un momento, una expresión de temor se dibujó en su rostro e inquirió.
—¿Sabes donde vive?
—Sí. —Contestó Claudine.
—Ve de inmediato, busca cartas, deben estar selladas con el escudo de floresta, o que hablen de mí. Sácalas de ahí, seguramente revisarán la casa, no deben encontrarlas.
—Señorita ¿y qué pasará con Rádulf?...
—No te preocupes, no quiero hacerle daño, veré que puedo hacer por él, pero ahora es apremiante que vayas.
Ruido de caballos que llegaban, llamarón la atención de las dos mujeres, Cárdigan guardó la carta, se irguió, arreglo un poco su cabello, respiró profundo y serenó sus facciones. Tenía experiencia en esas transformaciones, una mujer en la corte debe aprender a ocultar sus sentimientos y portarse a la altura de las circunstancias.
La segunda dama de compañía apareció tras la puerta, con una reverencia dijo:
—Mi señora, el Duque de Alba ha llegado.
—Está bien, vamos a recibirlo, arréglate un poco Claudine, te ves desastrosa. —dijo con tono imperativo.
Claudine entendió la transformación, se arreglo como pudo y Cárdigan salió de la habitación seguida de sus damas. Caminaron hasta el patio donde ya parte de la servidumbre se había formado, con paso lento y seguro la hija de Floresta fue al encuentro de su prometido, que bajaba del caballo. Este al verla se acercó a ella y exclamó:
—¡Ah!, aquí está mi bella prometida, que sale a recibirme... —No la miraba, más bien parecía mirar por encima de ella, pero la tomó de la mano y depositó un beso en ella, Cárdigan simplemente hizo una pequeña reverencia acompañada de una mueca, sin decir palabra.
—¡Conde! Necesitamos vino, venimos llegando del largo viaje y requerimos refrescarnos —inquirió el Duque, ignorando a su prometida.
En ese momento Cárdigan hizo una leve seña a Claudine y ella se escabulló entre la gente y salió de la casa...
....
La verdad se erige entre tanta mentira, cobrando víctimas a su paso, inocentes y culpables pueden temer ante su cruzada, una historia aún está por escribirse, quizá eso... solo una historia.