—¡Rádulf Que con esta boca me da miedo que la abras en público!
Increpaba el Conde de Lavalle más tarde, ya en el despacho y a solas, mientras Rádulf sonreía.
—Mi estimado Conde, sólo velo por sus intereses. Es claro que la boda del Duque de Alba y la hija del Duque de Floresta, es de corte político y de intereses económicos, pero lo que más mueve al mundo son los sentimientos, así que si el Duque de Alba tiene oportunidad de seguir con su tórrido romance con Mariana, le estará muy agradecido y eso para usted es sumamente redituable, ya sabe que vale más tener cuentas por cobrar de gente importante que el mismo dinero.
El Conde sonrió satisfecho, se echó para atrás acariciando su bigote y observando a su escriba y dijo...
—A ti, te bebo ya bastantes favores.
—Usted me paga por ello, mi estimado Conde.
—Si, en efecto, pero considero que tus servicios superan por mucho las monedas que te doy... dime Rádulf ¿cómo puedo compensarte?, No me pidas tierras, que ya con lo de Mariana mi avaricia está lastimada.
Rádulf sonrió, mientras vislumbraba más lucecillas en su esperanza.
—No es necesario con servirle me es más que suficiente, usted sabe que a mí generalmente no me interesan estas cosas de la corte, sin embargo en esta ocasión me da algo de curiosidad, así que si me puede incluir en alguno de los eventos relacionados con la visita, creo que me sentiría reconocido.
—¡Ay Rádulf! te necesito cerca, cuenta con ello, que yo contaré con tus letras y tus habilidades, pero no esperes que te siente a la mesa del Duque, ya sabes cómo es esto, además que no quiero que vean tus aptitudes porque capaz que me quedo sin escriba, sin consejero y sin... un amigo.
Rádulf agradeció la deferencia de corazón con un gesto afirmativo y una gran sonrisa.
A lo largo de su vida siempre había afirmado que cualquier persona, con títulos o sin ellos, poseía un tesoro que merecía ser descubierto, que todos tenemos algo bueno que dar a los demás, y una vez más, reconocía que el Conde de Lavalle, a pesar de su disfraz de Don Juan, de avaricioso y banal, poseía un buen corazón.
—Bien Rádulf vamos a requerir de Cartas de invitación, que me escribas algunos discursos, algunos piropos discretos para nuestras invitadas y que me ayudes a organizar la agenda de la visita. Por el momento te dejo libre, que yo ando bastante cansado, todo esto ha sido muy rápido.
Rádulf se despidió y salió, también se sentía exhausto, realmente los últimos días habían sido muy intensos tanto física como sentimentalmente. Se dirigió a su casa, dispuesto a ordenar ya con calma sus ideas y su corazón.
Caminaba rumbo a su casa y por alguna razón su tierra le parecía diferente, como más iluminada, más bella. Aquel rincón, aquella callejuela ahora eran más interesantes.
Llegó hasta su casa, se tiró en la cama y mentalmente comenzó a recapitular sucesos, aún con el cansancio su tentación pudo más, se levantó y miró el buzón, que encontró vacío, se dirigió a la mesa, tomó pluma, tinta y papel. Sabía que no podría envira ninguna carta a su amada, porque ella se la había pedido, pero tenía que escribir...
"Mi amada Cárdigan:
Hace algunos días salí de mi encierro en esta población en busca de un sueño, me impulsaba una sola ilusión: poder mirar aunque sea a lo lejos a la autora de aquellas letras, que, durante tanto tiempo fueran mi motivo de vida, mi renacer al vasto mundo de los sentimientos, mi alimento espiritual.
Lo dejé todo por una mirada, una mirada reveladora, llena de caricias en la distancia, de esas que abrazan y dicen tanto sin usar labios ni escritura, por una mirada que tendiera un hilo entre dos corazones que ya se habían abrazado al calor de las letras, dos corazones que ya habían vivido la vehemencia de besos y caricias sin el roce de la piel.
Y llegué a mi destino con corazón batiente y esa ilusión se convirtió en gozo profundo al saber que no solo podía aspirar a una mirada, sino que mis oídos podrían escucharte...
Pero ni el sonido divino, ni la vista ansiada llegaron. Porque para los intereses y arreglos de los hombres terrenalmente poderosos somos peones en su juego.
Y mi corazón se desgarró al saber que mi amada era vendida en el mercado al mejor postor, a alguien a quien no le interesa nada de lo que el ser humano es, solo lo que posee.
Y casi si esperanza esperé en aquel confesionario ante la mirada doliente de un crucifijo, un milagro que no llegó.
Pero tú, mi ángel, extendiste tus alas envueltas en letras y renovaste mi espíritu, e hiciste que mi corazón volviera a latir, le propinaste nueva esperanza a mi ser.
Sé que en esta historia, que es muy nuestra, no hay un final feliz, pero aun en medio de la contundente negativa social, quiero mirarte, quiero encontrar la luz de tus ojos, quiero sentirte cerca, sin ningún contacto seguramente, pero tú y yo sabemos que un abrazo de amor infinito no requiere de piel, así como un beso profundo y apasionado no necesita húmedos labios para ser real...
Mi amada Cárdigan, con ansia espero tu visita a estas tierras.
Estas letras de momento no llegarán a ti, pero espero que en algún vuelco de la vida y las circunstancias, estas lleguen a ti.
Te reitero mi amor profundo, este amor nacido en la verdad de dos corazones que pulcra y abiertamente se han revelado el uno al otro, este amor basado en la fe, en la creencia de que las letras son el agua que lleva vida al gran árbol de la existencia, reitero mi entrega total, porque la verdad entre tú y yo es todo lo que importa.
Tuyo por siempre: Rádulf."
Un suspiró inundó aquella pequeña casa, para después quedar en silencio. Rádulf se fue perdiendo poco a poco en un profundo sueño ante el acariciante calorcillo de aquella noche de primavera.
Muchas ausencias había vivido ante la presencia de las letras, muchas presencias se habían hecho reales ante la ausencia de dos cuerpos. Esperas interminables de momentos que no llegarían, ilusiones fundadas en la verdad del amor que descartaba irónicamente la cruda realidad.
....
Al parecer una historia está por escribirse, un momento promete convertirse en sublime, un instante, un latido, un anhelo... una historia de amor...