El cielo estaba cubierto por nubes de un tono gris claro, por momentos algunas nubes se abrían dejando pasar los rayos del sol, creando estelas de luz que al poco tiempo desaparecían, a pesar de que el mediodía estaba cercano, el paisaje era de tonos apagados. El clima era húmedo y un poco frío.
En la entrada del castillo de Floresta un par de guardias charlaban refugiados en el quicio de la entrada ante la fina llovizna que por momentos se dejaba sentir, de pronto el ruido de cascos de caballo provocó su reacción y se plantaron en el centro de la entrada para impedir el paso.
—¿Quién va? —Preguntó uno de ellos.
El jinete detuvo su paso y contestó.
—Traigo un mensaje del Duque de Alba para su señor. —Diciendo esto extendió una carta mostrando el sello y un escrito.
El guardia miró el documento y después observó con cierta desconfianza al mensajero. Un tipo rudo con una vestimenta totalmente negra. Volvió a mirar el papel y con una seña a su compañero le abrieron paso.
Una vez que aquel mensajero entró, continuó la charla entre los guardias.
—¿Te fijaste?, ese no era un mensajero común. —Dijo el primer guardia.
—Sí, me parece conocido, creo que es de la guardia especial del Ducado de Alba, de hecho creo que es un mercenario. —Contestó el segundo.
—Debe ser algo importante lo que viene en ese mensaje, para que venga un tipo así.
—De hecho algo está pasando, lo siento en los huesos, no sé que es, pero no me gusta nada.
—También estoy inquieto, ya ves nos pusieron de guardia en esta entrada como si fuéramos tropa y no oficiales.
—Así es, la vigilancia está más activa. ¿Supiste que llegó un prisionero de Lavalle?
—Sí, estaba de turno en la torre norte y me tocó recibirlo, ¡es un pobre diablo!, no se que habrá hecho.
—Pues hasta donde yo se lo acusan de asesinato y sedición.
—¡Ja!, ese tipo no empuña una espada, deberías haberlo visto, para mí que es un chivo expiatorio.
—Bueno no nos corresponde juzgarlo, quizá solo ejecutarlo...
—Y hablando de ejecuciones ¿Qué paso con la Lula?, ¿ya calló?, ¿ya la llevaste a tu barraca?
—¡Joder! Que no me deja ni acercarme, creo que la lacaya quiere contigo.
—¡Jo! Yo ahí no quiero nada, soy más selectivo, esas mujeres son para la tropa.
—¡A que infeliz! Yo quiero con ella.
—Ja ja ja, no me malinterpretes, le tengo echado el ojo a una de las damas de la hija del Duque.
—Míralo, tú sí que buscas problemas, sabes que esas damitas son prohibidas para nosotros.
—¿Por qué?
—Pues porque... no debemos... bueno es que son de otro nivel.
—¡Ja! Patrañas, si la mula quiere yo le pongo su colchón de paja.
—Además ni está, anda con la Cárdigan en las tierras de Lavalle, así que mientras podrías hablarle a la Lula de mi...
La plática entre los guardias continuó, saltando de un tema a otro hasta que un par de horas más tarde movimiento al interior del castillo, los hizo ponerse en posición.
No pasó mucho tiempo hasta que un grupo de Jinetes comenzó a salir del castillo, al reconocer al Duque de Floresta los guardias hicieron saludo marcial, el grupo se perdió en la lejanía y otra vez los guardias se quedaron solos.
—¿Te fijaste? El de negro no salió con el Duque... ¿A dónde irán?
—Sabrá Dios. Pero te lo dije es algo importante. Habrá que estar pendientes del mercenario ese, que aún anda por aquí.
El segundo guardia se encogió de hombros y volvió a tomar su lugar. No pasó mucho tiempo y hasta que nuevamente distinguieron una caravana que venía en dirección del castillo.
Al acercarse los guardias reconocieron los carruajes y se hicieron a un lado para darles paso, pero el primer carruaje se detuvo justo en la entrada, uno de los guardias se acercó a él extrañado y distinguió que por la ventanilla de la portezuela se asomaba la hija del Duque.
—Señorita Cárdigan ¿Le puedo ayudar en algo? —Dijo el guardia.
—Un prisionero que llegó ayer ¿Sabe donde lo han encerrado? —Preguntó Cárdigan en tono imperativo.
—Está en las mazmorras de la torre norte, Señorita.
—Bien, necesito que lleve a mi dama de compañía con él, requiero que hable con esta persona a solas. ¿La puede llevar?
—Señorita no tengo autorización, además ¿no es peligroso?
—¿Tendré que pedirle a mi padre que dé la orden? —Inquirió Cárdigan con autoridad.
—Claro que no, en seguida, la acompaño, solo buscaré un relevo a mi posición.
—Dígale a alguno de los guardias que me acompañan, es urgente esta entrevista.
—Como usted ordene, en un momento alcanzo a su dama en el patio.
Dicho esto la caravana se internó en el castillo.
Cárdigan bajó del carruaje y esperó a que del segundo vehículo bajara sus damas de compañía, ellas la alcanzaron de inmediato, cuando Claudine estuvo suficientemente cerca le murmuró.
—Espera aquí al guardia de la entrada, te llevará con Rádulf.
Claudine se alejó discretamente y no tuvo que esperar mucho, a los pocos minutos un guardia se dirigió hacia ella.
—Buenas tardes, soy el oficial Rogelio Morales ¿Tu hablarás con el prisionero? —Preguntó el guardia.
—Sí oficial.
—Acompáñame.
Ambos caminaron rumbo a la torre norte, se internaron por una gruesa puerta, después de pasar una estancia, bajaron por unas escalerillas hasta llegar a un oscuro pasillo que tenía varias puertas de un lado y del otro, la primera estaba abierta y en su interior había un guardia medio adormilado que al verlos llegar se incorporó haciendo un saludo marcial.
—¿Cual es la celda del prisionero que trajeron ayer de Lavalle? —Preguntó el oficial.
Después de buscar en unas listas, el guardia contestó:
—La sexta a la derecha.
—Deme la llave, hablarán con el prisionero.
—¿Tiene una orden oficial...? —El guardia hizo un gesto de interrogación.
—Oficial Rogelio Morales y no tengo una orden escrita, vengo por instrucción directa de Duque. —Mintió— Viene conmigo una dama de la corte que requiere hablar con él. —Y con un rodeo de ojos señaló a Claudine que permanecía tímidamente en el quicio de la puerta.
El guardia se rasco la cabeza dudando para después tomar una llave de un armario y entregársela.
Caminaron por el pasillo hasta llegar a la puerta señalada. El oficial se detuvo y preguntó:
—¿Quiere que me quede con usted?, ¿Puede ser peligroso dejarla sola?
—No se preocupe, no correré ningún peligro, se lo aseguro. —Contestó Claudine.
—Está bien, pero permaneceré al final del pasillo, si lo requiere solo grite.
Claudine esbozó una sonrisa y asintió con la cabeza. El oficial abrió la puerta y entró.
—¡Levántate escoria!, hablarán contigo.
Claudine que permanecía atrás del oficial, puso su mano suavemente sobre su brazo y con voz suave dijo:
—Déjenos, yo lo llamaré.
El guardia se retiró, dando paso a Claudine que tembló un poco ante la fría humedad del lugar y por un momento tuvo que acostumbrarse a la semioscuridad, buscaba en aquel pequeño espacio, sin poder encontrar, hasta que en un rincón pudo distinguir un bulto.
—¿Claudine? —Resonó una voz cansada desde el rincón.
Por fin Claudine pudo enfocar y distinguió a Rádulf sentado en la fría loza recargado contra el muro.
—¡Rádulf! —exclamó la chica mientras sus ojos se llenaban de lágrimas ante lo que veía.
Sin poderse contener se abalanzó hacia él, hincándose de frente y acariciando sus mejillas.
—¿Qué te han hecho?...
Ante ella aparecía un hombre abatido, parecía haber envejecido una década en tan solo un día, la mirada apagada y la gesticulación casi nula.
—¿Qué haces aquí? —Preguntó Rádulf con un dejo de sorpresa.
—Me ha enviado la señorita Cárdigan para explicarte lo que ha sucedido.
—¿Cárdigan?, pero si ella no me conoce, ¿Qué interés puede tener en un simple escriba?
—Si te conoce, aunque no lo sabía... bueno si sabía de ti pero no existías... ¡Hay por Dios! Deja que te explico.
El semblante de Rádulf pareció tomar vida, aunque una expresión de desconcierto se dibujaba en su rostro.
—Que bien te ves Claudine, créeme yo no maté a Esteban... No te entiendo, explícame esto que dices...
—Mi amado poeta sé que no mataste a Esteban y déjame decirte que sé lo de las cartas entre tú y la señorita Cárdigan.
Rádulf la miró incrédulo y replicó:
—Bueno creo que no me escribía con Cárdigan, sino con alguien que me jugaba una muy mala y cruel broma.
—Sí había una persona que te mandaba las cartas sin que la señorita lo supiera, pero ella las escribía y también leía tus cartas.
—¿Cómo? No entiendo.
Claudine explicó la historia que le había sido revelada por Cárdigan, le explicó lo de la institutriz y las tareas de enseñanza que fingía, a cada instante el rostro de Rádulf parecía rejuvenecer, la interrumpía y pedía más detalles, por momentos sonreía para después abrir la boca en señal de asombro.
También la chica explicó la situación actual, la conspiración, la alianza con el Conde de Lavalle y la muerte del Marqués de San Lorenzo.
Después de la explicación se hizo un silencio, Rádulf miraba a lago invisible frente de él...
—¿Qué piensas poeta?
—No lo sé Claudine, esto es muy extraño... De hecho no sé qué pensar, no sé que sentir...
Es... como si hubiese estado enamorado de un fantasma que se materializa, pero que no es como lo imaginé. Entiéndeme amo a la mujer que escribía esas cartas, de alguna forma amo a Cárdigan, pero es como si existiera un velo entre mi corazón y el sentimiento, creo que debo pensarlo con calma y que mi ser entienda lo que sucede.
Cárdigan escribía a un personaje ficticio, imaginario, perfecto y ahora que se materializa, no creo que sea lo que ella esperaba, de hecho no esperaba que fuese real...
—Creo que ella también está confundida —Comentó Claudine—, pero sé que siente algo muy fuerte por ti. Ella quiere sacarte de aquí y creo que querrá verte.
—Eso es algo que será difícil, las acusaciones son fuertes, no creo que me hagan justicia, simplemente me condenarán.
El rostro de Claudine se ensombreció, eso era verdad, sin embargo alcanzó a decir:
—Ten fe mi amado poeta, ten fe...
Unos pasos se escucharon en el pasillo, Claudine se incorporó y se alejó un poco. En ese momento entró el oficial preguntando:
—¿Todo bien?, Señorita debemos salir de aquí, la guardia está por cambiar y entienda que yo no tengo permiso ni una orden para estar aquí.
—Si oficial ya he terminado. —Claudine giró y se dirigió a Rádulf— Gracia por la información señor.
La chica y el oficial salieron de aquel lugar.
....
En aquella penumbra, en aquel húmedo ambiente se quedó un hombre con nuevas sensaciones, con nuevas ilusiones... Tal vez solo tal vez una historia de amor aun esté por escribirse, un suspiro, un latido, un incierto futuro....