Capítulo 11 "El tesoro encontrado."

—Hola —contestó Rádulf...

—El agua es calientita pero está muy hondo, ¿Sabes nadar?

—Así es, una temporada viví a orillas de un gran río. ¿Tú sabes nadar?

—Si —contestó el niño— yo vivo aquí y este es mi escondite, ¿Sabes? —comento en voz baja— me he escapado, a veces no se dan cuenta pero si se percatan me regañan, este lugar es mágico —dijo el niño guiñando un ojo.

Rádulf lo observó, un niño de tez extremadamente blanca, ojos de un azul muy claro, finas facciones y movimientos ágiles, mientras Rádulf lo miraba preguntó:

—¿Por qué mágico?

—Mira, ¿vez aquella piedra que sobresale al centro?, pues del lado derecho si tienes suficiente aire te sumerges y al fondo hay piedras invisibles, yo una vez saqué una y aunque dice mi maestro que no tiene ningún valor, parece diamante, es transparente y tiene poderes mágicos, si te la pones en tu mano cambia de color según lo que sientes.

—¡Eso si es magia! —exclamó Rádulf, al tiempo que se quitaba la camisa y dejaba caer su cuerpo en el agua, el niño lo siguió dando un salto enorme...

—¡Te reto a llegar hasta la roca! —gritó el niño, aprovechando la ventaja obtenida por el salto, Rádulf nadó con fuerza pero ya le fue imposible alcanzarlo, llegó atrás de él a la roca, jadeante por el esfuerzo y le dijo al pequeño:

—¿Intentamos sacar una piedra mágica?

—¡Sí! –Contesto entusiasmado el niño.

Ambos se sumergieron un par de veces sin conseguir llegar al fondo, Rádulf fingía un poco viendo los movimientos como alentándolo a ganar, en una de las salidas le dijo al niño:

—No te muevas tanto, el esfuerzo de debe ser sereno, impúlsate en el agua de un solo golpe y deja que tu cuerpo se deslice si te mueves demasiado pierdes impulso, mantente sereno deja que tu cuerpo valla relajado, seguro de llegar a su objetivo, no te angusties, como todo en la vida el mantener fijo el objetivo con un pensamiento tranquilo y el corazón batiente es la clave...

El chico lo miró, sonrió y se sumergió siguiendo sus instrucciones, llegó al fondo acarició las rocas pero no pudo tomarlas y subió despavorido en busca de aire.

—¡Las toqué! ¡Las toque! –Gritaba muy contento, iba a sumergirse de nuevo, cuando Rádulf lo detuvo con un movimiento, le hizo una seña de que se serenara y lo dejó sumergirse...

El chico logró esta vez su objetivo, salió triunfante con un pequeño cuarzo puro y transparente.

—¡Sí! ¡Aquí está!

Se abrazo al cuello de Rádulf y le dijo:

—¡Gracias, gracias sin ti no lo habría logrado!

—Sabes —dijo Rádulf— tienes una gran cualidad...

—¿Soy buen nadador?, ¿Soy Fuerte?, ¿Soy grande?

—Tu gran cualidad es que sabes escuchar, eso es algo importante, siempre encontraras sabiduría en las palabras de los demás, de quien sea, siempre que sepas escuchar.

—¡Pero también soy un dragón de las profundidades! —Dijo el niño al tiempo que se sumergía y jalaba de los pies a Rádulf.

El resto de la tarde transcurrió en juego, a pesar de su edad Rádulf se divertía con los niños y parecía que ellos con él, nadaron, platicaron y bromearon, comentaban acerca de una niña que le gustaba al pequeño, y este preguntaba si a Rádulf le gustaba alguien, pregunta que lo hizo suspirar, cuando los cascos de varios caballos se escucharon a lo lejos y una voz femenina gritaba con fuerza:

—¡Damián!, ¡Damián! ¿Donde estas?

El rostro de Damián hizo una mueca de travesura, nadó hasta la orilla y se vistió de prisa seguido de Rádulf, el niño lo miró por un momento y le dijo:

—Toma te regalo mi piedra te traerá buena suerte recuerda que es mágica. –Sonrió y desapareció entre los arbustos...

Rádulf se quedo nuevamente extrañado, miró el pequeño cristal de cuarzo, el sol agonizaba lanzando sus últimos destellos y uno de sus rayos se proyectó en el cristal que despidió brillos multicolores a su alrededor, Rádulf apretó su regalo con la mano, mirando el paisaje suspiró profundamente, cerro sus ojos y su ser se invadió de Cárdigan, "Mi bella dama, mi amada Cárdigan, mañana te tendré en mis oídos, estaremos cerca muy cerca, mi voz llegará a los tuyos y con mi voz, mi corazón entero"

Se disponía a terminar de vestirse, abrió el puño y miró sorprendido, el pequeño cristal había cambiado de color a rojo, ahora parecía más un rubí, sonrió y lo guardo con cariño.

Con calma se terminó de vestir y renovado se dirigió al pueblo, ya más tranquilo y dispuesto a que el tiempo transcurriera.

....

Una historia está por escribirse, un momento promete convertirse en sublime, un instante, un latido, un anhelo... una historia de amor...


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