Capítulo 26 "Damián"

Los sirvientes de la casa del Duque hacían caso a las instrucciones de Rádulf, proporcionando alimento y habitaciones para los recién llegados, Rádulf se acercó Gerónimo para recibir instrucciones.

—Dígame señor que se requiere.

—Necesito que bajen las cosas de la Señorita Cárdigan y las lleven a la habitación que se le va a asignar, no sé si esté enterado de ello, y traigo algunos mensajes escritos, pero como están dirigidos al Conde tendré que esperarlo o recibir la instrucción para entregárselos.

—Sí, estamos enterados, aunque creo que vienen con mucha anticipación, hasta donde tengo entendió la visita será dentro de un mes.

—Creo que estos mensajes contienen nuevas instrucciones ya se enterará.

—Está bien, ¿Le puedo ofrecer una copa de vino?

—Me caería muy bien, el viaje ha sido cansado, si me permite descansaré un poco, déjeme el vino y si requiere hacer alguna otra diligencia mientras esperamos al Conde, valla con confianza, yo aquí lo espero.

Rádulf hizo un ademán, salió de la habitación y se dirigió a los aposentos que le había asignado al joven Damián, La puesta estaba entreabierta, dio un leve golpe sobre la madera y entró.

—Perdón si los molesto, quisiera saber si no necesitan nada —la nana lo miró para después voltear hacia el Joven— ¿Requiere algo niño Damián?

—¡Coleta ya te dije que no me digas niño! Y... —volteó a ver por un momento a Rádulf y continuó:

—Quisiera conocer los jardines de la casa, ¿Podría mostrármelos Señor?

—Claro será un placer joven. ­ —Moviendo la mano para pedirle al joven que pasara, la nana hizo el movimiento como para seguirlos, pero Damián dijo inmediatamente:

—Nana tu quédate, no creerás que corro algún peligro ¿o sí? —La nana hizo una mueca, pero asintió.

Salieron los dos y cuando estaban ya a prudente distancia, Damián preguntó en tono de secreto:

—¿Te acuerdas de mí?

—Por supuesto que recuerdo a un gran nadador.

—Valla pensé que no lo recordarías.

—Lo que no sabía es que eras sobrino del Duque de Floresta.

—Bueno creo que no tuvimos tiempo, Coleta no me deja en paz.

—Sí, ya me doy cuenta, pero dime: ¿Sigues nadando en escondite mágico?

—¡Claro que sí! Y con lo que aprendí esa vez, he podido sacar tres piedras más.

—¿De verdad? ¿Y qué has hecho con las joyas mágicas?

—Pues, una se la regalé a mi tía, otra la tengo guardada y la tercera se la di a mi prima Cárdigan, ¿Creerás que la mandó a poner en un collar y no se la quita para nada?, la verdad me llevo muy bien con ella.

—¡A qué bien! —Rádulf sentía su corazón acelerado, le parecía mentira que aquel encuentro tan casual y extraño hubiese sido con un pariente cercano de Cárdigan. Y por primera vez hablaba con alguien que la conocía y hablaba con ella, en su corazón sentía como una especie de acercamiento a ella, bueno "es aparente" se dijo, tratando de regresar a la realidad.

—¿Tú vives aquí? ¿Qué hacías tan lejos de tu casa? ¿Y qué hace un escriba? —Rádulf sonrío y contestó al interrogatorio.

—Estaba en Floresta por algunos asuntos del Conde, que fue a los festejos y un escriba: hace cartas, documentos legales y pues eso, escribir letras.

Ambos rieron cuando llegaban a un estanque y al ver Damián que contenía peces dorados, se abalanzó al borde metiendo las manos como tratando de atrapar a algún pez.

—¡Mira hay muchos! ¿Puedo atrapar alguno?

—Ten cuidado a lo mejor tienen hambre y te muerden, además yo no me lo comería.

Instintivamente Damián sacó las manos y miró para después exclamar:

—¡Ya! Los peces no hacen nada, te pareces a mi nana, igual de aguafiestas —y volvió a meter las manos chapuceando.

Rádulf sonrió sentándose en el borde junto a él. —¿Y de qué color se pusieron las piedras mágicas que regalaste?

—Pues mira el de mi tía se puso como oscura, la verdad es muy seria, de hecho se molestó cuando le expliqué que cambiaba de color de acuerdo a lo que sentía, y que, según mi nana el negro es de enojo —Sonrío haciendo una mueca—. Después de eso la guardó en su alhajero... ¡Ah casi atrapo a ese pez!, ¡¿Viste?!...

Rádulf sonrió inquieto y preguntó: Y... ¿La de tu prima?, Damián cambió la expresión de su rostro y contesto:

—La de ella se puso como morada, dice mi nana que eso es tristeza, creo que está triste y yo también, ella se va a casar y se irá del castillo, es la única que me hace caso, para los demás creo que solo les estorbo. —Interrumpió sus palabras con silencio y su vista, se perdió en un paisaje imaginario.

Rádulf extendió la mano y acarició su rubio cabello, al contacto el niño se abrazó a él. Sintió un nudo en la garganta, aunque había de alguna forma aceptado los sucesos por venir, no dejaba de ser una agonía lenta y lacerante para su corazón, y ahora se encontraba con Damián, un pequeño niño con quien había tenido una conexión especial desde el primer momento en el que se encontraron y a quien también le causaba dolor la unión política de Cárdigan.

—No te preocupes —alcanzó a decir.

—¿Sabes? —Dijo el niño en tono de secreto y con tono de tristeza—. Ella no se quiere casar, dice que el Duque de Alba no es una persona confiable, además no se qué pasó, nunca me dicen nada, pero se gritó feo con mi tío y corrió a una de sus damas, una señora ya viejita que la había cuidado desde pequeña. Mi prima está triste, creo que por eso adelantará su viaje a esta casa, pero no me traerán... les estorbo...

Rádulf apretó a Damián contra su pecho para consolarlo, o tal vez, para obtener un consuelo mutuo y secreto.

—¡Damián! Ven de inmediato. —Interrumpió el momento la voz de la nana, que se acercaba apresurada hacia ellos—. Te he dicho que no juegues con el agua.

El niño rompió el abrazo y ambos la volearon a ver, cuando llegó hasta ellos, tomó a Damián de la mano y lo jaló, propinando una mirada desafiante hacia Rádulf. —Y usted aléjese de él.

—No se preocupe... —Alcanzó a decir antes que la nana diera la vuelta, llevándose al pequeño con ella.

Una sensación extraña se posó en Rádulf y aun no salía de la sorpresa cuando escuchó a lo lejos cascos de caballo. "Debe ser el Conde" se dijo, y se encaminó hacia la entrada.

Efectivamente, vio entrar al Conde a galope.

—¿Qué ha pasado Rádulf? —Preguntó, mientras se detenía y bajaba del caballo.

—Ha llegado el Capitán Gerónimo, de la guardia del Duque de Floresta, con el sobrino de éste y algunas cosas de la Señorita Cárdigan además dice que trae mensajes para usted. Parece que la visita se adelanta.

—¿Y han preguntado por Mariana?

—No señor.

—¡Qué alivio! Vamos, veamos que caprichos los traen hasta aquí.

....

Sucesos que se adelantan... Quizá una historia esté por escribirse, un momento prometa convertirse en sublime, un instante, un latido, un anhelo... una historia de amor...

 

 


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