Capítulo 16 "Nuevas esperanzas"

Sentimientos devastadores: la frustración y la impotencia. Rádulf cabalgaba a galope como un muerto viviente, en su mente no alcanzaba a entender que había sucedido, que pensar, una opresión en el pecho lo acompañaba; la aventura que prometía llevarlo un poco antes de la gloria se tornaba incierta y lo que él esperaba le diera respuestas a su corazón, solo provocaba más preguntas, una y otra vez las interrogantes: ¿porqué no llegó?, ¿qué habrá sucedido?, ¿Cárdigan habrá llegado después que él partió?, ¿debía haber esperado?, ¿y la rosa, quien se la habría llevado?, ¿estará en manos de la princesa?...

Fueron dos horas de cabalgata interminables para el dolor e incipientes para deducir una respuesta. Además de todas las dudas que estos últimos sucesos provocaban en la mente de Rádulf, también había una realidad: difícilmente podría llegar a la fiesta de las flores, donde el Duque y su familia hacán el recorrido del castillo a la basílica en lujosos carruajes descubiertos adornados con flores, esa era la cita original con su amada.

Impotente, cansado y enfadado, visualizo a lo lejos Lavalle y sin pensarlo dos veces se dirigió hacia la casa del Conde.

Al llegar notó que la actividad en la casa era más alta de lo habitual, sirvientes limpiando, cocinando, y correteando de aquí para allá, al descender del caballo ya uno de ellos salía a su encuentro:

—El Conde lo espera, ya ha preguntado varias veces por usted. —Y lo llevó hasta donde lo esperaba.

—Rádulf, te has tardado demasiado, tenemos que distribuir las posesiones de la tía Gertrudis, mira que en su testamento no le ha dejado nada a Mariana, la "amiga" del Duque, así que tenemos que encontrar la forma de darle algo y no puede ser cualquier cosa ya que la sacaremos del festejo de las flores y la arrebataremos de los cuidados del Duque. ¡En fin! apelo a tu astucia para resolver esto.

Rádulf se sentó algo enfadado, el día siguió su curso entre trabajo y regaños del Conde por su poca concentración. Ya entrando la noche terminaron, el Conde refunfuñaba mientras Rádulf con el corazón desecho argumentaba:

—Conde, creo que así debe ser "La huera del peñón" es una propiedad que le dará gusto recibir a Mariana, ella quedará contenta y por lo tanto el estará agradecido, no dudo que más que una pérdida para usted, que es el heredero real de esta propiedad, sea una inversión a futuro.

—Sigo pensando que es mucho Rádulf, pero quizá tengas razón. Que sea pues.

—Conde creo que esto queda listo, si me lo permite quisiera descansar un rato, ha sido un día muy difícil.

—Está bien, mañana te espero temprano para que todo esté listo.

Rádulf se levantó, sabía que eso significaba el fin de sus esperanzas de regresar a su aventura, se disponía a salir, cuando irrumpió en el salón Esteban, todo polvoroso y con una expresión de urgencia y cansancio.

—Conde de Lavalle.

Esteban se detuvo al notar la presencia de Rádulf, con cierta sorpresa en su rostro.

—Perdón pensé que estaba solo.

—Adelante, habla, que Rádulf es de confianza. —Esteban hizo una mueca y dijo:

—Traigo noticias del Duque de Alba. —Entregando una carta.

El Duque hizo una seña para que Esteban saliera y éste se retiró mirando de reojo y mal genio a Rádulf.

Ya solos el Conde abrió la carta y la leyó, esbozó una cara de sorpresa combinada con gusto, rascándose la cabeza y le dio la misiva a Rádulf:

—¡Qué cosas..!, Lee.

"Estimado Conde de Lavalle:

Debo agradecer los favores otorgados a mi persona y le reitero mi completo agradecimiento.

Le comento que desde nuestro último encuentro, muchas cosas han cambiado: A Mariana la han llamado a sus tierras para recibir una herencia, por lo que ya no estará en el anuncio de mi compromiso con Cárdigan (un gran agradecimiento), aunque la boda se ha pospuesto para dentro de unos ocho meses, ya sabe caprichos de la dama, de todas formas el trato está hecho y debo decirle que entre la agenda que hemos preparado, he sugerido una visita a Lavalle dentro de unos tres mes aproximadamente, por lo que agradecería iniciara los preparativos para recibirnos a Cárdigan y a mí, con parte de la corte, ya le haré llegar a la gente de servicio para que preparen todo según sus instrucciones.

Agradezco sus servicios y será recompensado.

El Duque de Alba"

Rádulf estaba perplejo, nuevamente sentimientos encontrados: por una parte se confirmaba la unión del la princesa con el Duque de Alba y aunque él nunca habría podido aspirar a nada con la princesa, le daba rabia saber que ella estaría con alguien a quien no le importaba y que de hecho tenía todo planeado para engañarla... Pero, por otro lado la princesa vendría a Lavalle, era una población pequeña y aunque él no formaba parte de la corte, si servía muy de cerca al conde por lo que, tal vez, podría darle la oportunidad de acercarse a la princesa de una forma que no había soñado.

—Rádulf, ¿Qué piensas? —Irrumpió el conde.

—Pues señor, creo que tiene mucho trabajo.

En Rádulf nacía una nueva esperanza, si bien se había perdido el encuentro de miradas con la princesa, ahora se abría otra oportunidad, mucho más interesante y todo esto renovó su espíritu.

—Tenemos mucho trabajo. —Replicó el conde, a lo que Rádulf contestó con una mueca, tratando de ocultar su alegría, al ser incluido en los sucesos futuros.

—Bueno por lo pronto, terminemos lo del testamento y descansemos si me lo permite porque estoy exhausto.

....

Las circunstancias cambian, una historia está por escribirse, un momento promete convertirse en sublime, un instante, un latido, un anhelo... una historia de amor...   

 


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