Capítulo 17 "Reencuentros"

Rádulf llegó a su casa después de algunos días de ausencia, se sentía cansado, había sido un día largo y con extremas emociones, abrió la puerta dispuesto a tranquilizar su mente, instintivamente miró hacia la pequeña caja que servía como buzón y descubrió una carta, la extrajo y se extraño al no encontrar destinatario ni remitente en el sobre y ni siquiera tenía sello.

Abrió el sobre y leyó:

 

"Mi amado Rádulf:" (Su corazón dio un salto)

"Espero que al leer estas líneas no hayan pasado sucesos extraños, la verdad no sabía dónde encontrarte, aunque había un rumor de que regresabas a Lavalle, por lo que decidí enviarte directamente a tu casa este mensaje.

Las cosas en el palacio se han vuelto muy complicadas, debo decirte con todo el pesar de mi alma que me han comprometido en matrimonio al Duque de Alba, esto ha desgarrado mi corazón, porque aunque ambos sabemos que lo nuestro no podía tener un final feliz, mi corazón estaba extasiado y feliz de vivir lo que teníamos entre nosotros. Ahora no se para cuando pero todo cambiará, pero debo decir que soy tuya, que te pertenezco, que te amaré hasta el fin de mis días, sea cual sea mi destino, hay algo que nadie podrá controlar y es: mi corazón. Te lo repito te amaré eternamente.

No intentes escribirme hasta que encuentre la forma, he perdido a la persona de confianza que me apoyaba, yo te buscaré.

Tu amada Cárdigan"

 

El corazón de Rádulf palpitaba fuertemente. Todo era verdad pero... ella lo amaba...

Se dirigió a su cama abrazando con fuerza la carta y entre mil emociones y pensamientos se acostó. No pudo pensar mucho, el cansancio y la intensidad del día triunfaron y el sueño lo venció.

Unos fuertes golpes hicieron lo reaccionar, por un momento no se ubicaba en donde estaba, pero los golpes se repitieron y una voz se dejó escuchar:

—¡Rádulf!, ¡Rádulf!, ¡El Conde exige tu presencia!

—Voy, en un momento salgo para allá.

—¡Que te des prisa! —Inquirió la voz.

Escuchó cómo se retiraba y se incorporó, la carta que permanecía en su pecho cayó al suelo y él aun medio dormido la levantó y del sobre calló un pétalo de rosa blanca, hasta ese momento tomó conciencia de todo, sorprendido, casi congelado lo tomó y guardó la carta, chapuceó un poco en un recipiente con agua y salió a la casa del Conde de Lavalle.

Caminaba a toda prisa, tratando de ordenar sus ideas, tomó un pequeño callejón que llevaba a una plazuela para atravesar por ahí cuando al dar la vuelta se topó de frente con una dama que caminaba lentamente, se paró en seco al distinguir la silueta, levantó la vista y su cuerpo se congeló.

—¿Karime? —Preguntó incrédulo, al mirar aquel rostro que en otros tiempos desplegara luz propia y que ahora se veía enfermo y triste.

—¡Rádulf! —Exclamó ella, con un naciente brillo es sus ojos.

—¿Estás bien? —balbuceó sin mucha diplomacia.

—¿Tan mal me veo?

—No... bueno, te encuentro algo desmejorada. ¿Qué tienes?

—He estado enferma y muy pronto cumpliré los deseos de algunos al partir de esta tierra.

Rádulf la miró fijamente, con un sentimiento de incredulidad y el corazón oprimido. Si bien aquella mujer le había proporcionado un intenso dolor y desesperación con su engaño, realmente aun le tenía mucho aprecio, había sido un parte aguas en su vida y había desatado furiosamente sus letras, esa mujer llena de vida y sueños, con una deliciosa narrativa ahora parecía una flor marchita y estaba próxima... ¿a la muerte?

—¿Qué dices?, No comprendo. —Dijo, aunque lo había entendido todo.

Karime lo miró sin decir palabra, con una expresión de inmensa ternura, llevo su mano a la mejilla de Rádulf y con el pulgar acarició sus labios.

Rádulf quedó paralizado.

—Te pude haber besado tanto. —Musitó ella, casi como un suspiro— Sé que lo entiendes y no te quito tu tiempo, fue una bella fortuna haberte encontrado, y si la vida no me permite volver a verte solo quiero decirte, que tú has sido lo más bello que me ha pasado en la vida. Me llevo en este corazón enfermo tus palabras, tus letras y tu infinita paciencia, fuiste el ladrón que se coló por mi ventana para robarme un beso y con ello me diste la vida.

Rádulf llevó su mano a la de ella, pero sintió como se desvanecía y escapaba, sin poder decir palabra, vio como Karime se alejaba con dificultad.

Ahí al borde del parque, petrificado como la estatua del centro, vinieron a su mente todos aquellos recuerdos que había intentado olvidar gracias a su triste final. Realmente habían vivido una historia intensa, llena de charlas y escritos, la pasión de su relación se había basado en las letras ya que se habían visto solo fugazmente, recordó aquel escrito que él le dedicara después de la traición, "Te pude haber besado tanto"... suspiró. También vino a su mente que en varias ocasiones, sus cartas relataban como él se metía por la ventana y le robaba un beso. Su pecho estaba oprimido, el tiempo se había detenido. Hasta que un grito del otro lado del parque lo regresó a la realidad.

—¡Rádulf el Conde está histérico! Me ha mandado por ti.

....

El pasado y el presente se vuelven uno, los sentimientos se encuentran y la vida sigue su curso.

Una historia está por escribirse, un momento promete convertirse en sublime, un instante, un latido, un anhelo... una historia de amor...


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