Todo el paisaje se volvió tu.

Caminamos por callejones empedrados
entre racimos de flores y enredaderas,
portones y recovecos de colonial colorido,
vericuetos, subidas y bajadas,
hasta que finalmente
llegamos a un pequeño y bello jardín.

El trayecto fue divertido,
charla, risa, seductores jugueteos,
roces, furtivos y picarescos impulsos
de nuestros cuerpos,
con esa alegría y tranquilidad que da
el vivir en un mundo propio
donde solo dos almas se perciben.

Una vez llegados al jardín
no sentamos en una banca,
cansados de la travesía
y buscando un poco de pausa,
el silencio poco a poco fue imperando en el ambiente
hasta que casi se podían escuchar
solo nuestras respiraciones.

Con movimiento suave te reclinaste,
colocaste tu cabeza sobre mis piernas
y una mirada profunda de inmensa ternura
se dio entre nosotros,
un encuentro de dos almas,
un cúmulo de sentimientos
y sensaciones tuvieron su cita
al reflejarse en los ojos del ser amado,
todo el paisaje se volvió tu,
todo mi mundo se centro en tu rostro,
lo recorrí palmo a palmo con mi mirada,
extasiado ante tu belleza,
¡no podía pedirle más a la vida!,
un instante de plenitud,
hermoso, sereno, dulce, apacible,
extremadamente romántico,
y en el clímax del momento
tus boca dibujo un te amo…
Cerré los ojos
y un inmenso suspiro
dio paso a la única
respuesta posible en ese instante,
acerqué mis labios a los tuyos
y deposité en ellos un tierno y profundo beso…

Esta mañana aún mis sentidos se turban al recordar este sueño y todos mis sentidos, todas mis esperanzas y todos mis esfuerzos me dicen que se repetirá, pero esta vez, no será en el reino de Morfeo…


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