Una llama se encendió en mi alma
e inundo poco a poco cada parte de mi cuerpo,
iluminó mi vida de bellas tonalidades,
dándole a cada instante una calida sensación,
cambiando el frío y solitario invierno de mi existencia
por una velada tierna y romántica.
Una hoguera que se alimenta de tu ternura,
de tu pureza, de tus detalles,
de tu bella forma de escribir,
un fuego que permanece encendido
gracias a un diario y muto esfuerzo.
El charlar, el exponer nuestras ideas,
nuestros sentimientos, nuestros miedos,
nuestras dudas, nuestros anhelos,
nuestros sueños,
alimentan el fuego,
así como también es alimentado
en tiempos de ausencia por el recuerdo,
la espera y el deseo de un ansiado reencuentro.
En mi alma este fuego
se ha mantenido vivo y cada vez más radiante…
¡Te amo tanto!,
tu cautivadora esencia, tu sencillez,
tu delicada forma de ser, tu sensual inocencia,
tu fe, tu alegría, tu romanticismo, tu desprendimiento…
Tantos y tantos dones
que inmerecidamente he podido admirar y vivir gracias a ti…
Así como elevó cada noche
una oración al cielo en la que siempre estas tú,
de igual forma cierro los ojos,
siento tus labios en los míos y mi cuerpo te abraza:
Amor que pases una bella noche…
mi corazón se queda contigo para velar tus sueños…
Te amo…
Gracias por tu ternura, tus detalles, por tu cariño…
Gracias porque has depositado en mi alma
el fuego del amor, el fuego de tu amor…