Y mientras platicaba contigo,
un deseo oculto corría por mis venas,
leía tus palabra,
escribía las mías,
pero mi deseo volaba lejos
y se alimentaba de las mismas palabras,
deseo reprimido,
deseo oculto,
deseo no expresado.
Por momentos
cerraba mis ojos e imaginaba:
Mis manos buscando tu cintura
como es sediento busca el agua,
un abrazo,
un acercarte a mí,
sentirte cerca,
muy cerca,
descubriendo la forma
de tu cuerpo con el mío,
sintiendo tu calor,
fundiendo el universo
de dos seres en uno solo…
y descansar…
permanecer unidos
por largos instantes,
sin movimiento,
sin mas caricia
que el latir de nuestros corazones
casi juntos, casi uno,
sin mas caricia
que la respiración leve
sonando en nuestros oídos…
Alejando cualquier dejo de soledad,
de tristeza, de dolor,
dejando que el mundo siga su curso,
deteniendo el tiempo,
solo nuestro tiempo,
en la inmensidad
de un abrazo profundo,
tierno y excitante…
La plática continuó
y el deseo quedo en eso:
en sólo un deseo…