Las pequeñas grandes cosas.

Con enfado recogí del suelo una canica,

que casi me hizo caer al suelo,

pequeñas armas mortales

que descuidados niños cargan en sus bolsillos…

Miré hacia todos lados

como buscando donde guardarla

y al no encontrar un lugar seguro

la miré por un instante…

Su transparencia

y los pequeños destellos

al distorsionar la luz

me hicieron recordar mi infancia…

la vi, la acerque a mi ojo

y miré el mundo a través de ella…

Un universo se abrió ante mis ojos…

pero a diferencia de mi infancia

solo pude ver rasgos de luz,

siluetas, escenas, que me llevaron a ti.

¡Amor mío!

Te has apoderado de mi pensamiento,

de mi tiempo, de mis ideas, de mis anhelos…

verdaderamente no hago otra cosa

que pensar en ti.

Te miro en el cielo,

en las nubes, en la lluvia,

en el sol, en las estrellas,

en las flores, en todas partes.

Cualquier situación del día

me hace recordarte,

recordar tu ternura,

tu cariño, tu amor,

tu bella forma de ver la vida…

Me has enseñado a ver el presente,

el ahora, a disfrutar,

a sorber el néctar de la vida,

a dejarme envolver por la magia del momento,

por la maravillosa sencillez

de las pequeñas grandes cosas,

por los regalos de Dios

que pasamos sin admirar

por nuestras prisas y nuestra ceguera.

Eres tan especial

que no me canso de admirarte,

la belleza brota de ti como

un manantial surge e inunda de vida la tierra,

corriendo por bellos parajes en busca del mar.

Quisiera dormir a tu lado

abrazando tu cuerpo,

alimentando mi ser con la fascinante

energía que surge de tu alma,

quisiera estar a tu lado,

despertar y sigilosamente

dejar una rosa blanca a tu lado,

observarlas y concluir que la más bella

de todas las flores eres tu…

¡Ah! te amo tanto,

que el más pequeño detalle me recuerda a ti…

¡Gracias!

me has devuelto la capacidad de asombro,

has hecho latir mi corazón de nuevo,

me has hecho ver el mundo de otra forma,

y me has dado vida a través de la tuya.


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