Miré tu rostro.

Miré tu rostro
y la ternura se apoderó de mí,
mire tu rostro
y mi corazón dio un vuelco,
miré tu rostro
y tus facciones me hablaron
de un ser bello, radiante,
pleno de energía y romanticismo,
miré tu frente, tus ojos, tu cabello,
tu nariz, tu boca,
boca que me provoca
los más cálidos y ocultos deseos…
Miré tu rostro
y los grandes y bellos sentimientos
que en pocos días se han acumulado,
parecieron desbordarse…
Y una cálida y extraña sensación
se apoderó de todo mi cuerpo…

Instintivamente mi mano se extendió
y quise tocarte,
mis dedos ansiaban rozar tu suave piel
con indescriptible ternura,
con delicadeza infinita…
Pero una muralla invisible
apareció en el camino…
fría… tan fría…

Una muralla que se levantaba
aún en la virtualidad,
aún en los sueños,
aún en el mundo mágico…

Porque nos despojamos de todo
para convertirnos en seres virtuales,
menos de al esencia.
Nos quedamos con nuestros pensamientos,
nuestras creencias, nuestras pasiones y sentimientos.

Y esa muralla se quedó
y se levantó entre tú y yo…
Una ironía del amor cuando madura,
el resultado de noches de interminable compenetración,
noches de excitante poesía,
noches de cariño, de ternura, de conocimiento mutuo.

Me enamoré de ti,
y este amor me llama a buscar
que tú seas un mejor ser humano,
una mujer más maravillosa de lo que ya eres,
a buscar un sendero para dos,
que nos conduzca a la felicidad…

Y ese deseo,
esa necesidad,
ese cariño,
se convirtió en muralla…

Mis ojos se cierran
y una punzada atraviesa mi corazón,
se que entiendes mis palabras,
se que en el fondo de tu alma comprendes,
y también se,
que este sentimiento que ha corrido
por nuestras venas e intoxicado nuestros sentidos,
no es más que un preámbulo,
no es más que la luz que se desprende
de la llama del amor,
un amor que requiere de decisiones,
un amor que requiere de voluntad,
un amor solo de dos…

Miré tu rostro con infinita ternura
a través del monitor
e instintivamente extendí mi mano
para acariciarlo…


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