Miré tus ojos,
y mi corazón latió apasionadamente,
miré tus ojos
y mis heridas se aliviaron,
miré tus ojos
y descubrí un universo de belleza,
miré tus ojos
y descubrí la libertad.
Libertada para amarte,
libertad para dejar fluir mis sentimientos hacía ti,
libertad para decirte lo que siento,
lo que he vivido y gritarlo a los cuatro vientos,
sin condiciones, sin oscuridad,
sin tiempos de espera.
Abiertos al mundo para ser vistos,
admirados o condenados.
Y en esta bendita libertad,
hoy te digo niña de mi alma,
que mi corazón es tuyo,
que está en tus manos,
que ha llegado ahí,
no por una entrega inconsciente en febril momento,
sino por tu increíble ternura,
por el delicado cuidado con el que un día lo tomaste,
lo curaste, lo alimentaste,
lo llevaste contra tu pecho y lo consolaste.
Este corazón es tuyo y con él,
todo el amor, toda la entrega,
todo el cariño, todo mi ser.
Te amo,
es un amor naciente que vibra,
que siente pasión,
que se estremece ante tus palabras,
que se complace en verte feliz,
y que no tiene otra intención
más que sumergirse en las bellas aguas de tu ser
y crecer, crecer y crecer
hasta convertirse en el sol de tus días,
en el lucero brillante de tus noches,
en tu alegría en tiempos de dicha
y los brazos que te cobijan en tiempos de tristeza,
quiero ser tu vitalidad en tiempos de salud,
y tu alivio en la enfermedad,
quiero darte un lugar privilegiado en mi corazón,
un lugar único…
Amor verdadero,
amor comprometido,
amor a la luz del mundo.
Niña de mi alma,
hoy a la luz del amor,
sumergido en él
y con esta bendita libertad
puedo decir que te amo,
eres luz, vitalidad,
y belleza en mi vida…
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¡Feliz día del Señor.!
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