Como un relámpago cercano, la luz deslumbró mis ojos, por primera vez después de una larga temporada mis ojos vieron color, mis oídos dejaron de escuchar sólo el eco de mi voz y por un instante regresó la comunicación a mis días, la emoción a mis manos y mi corazón volvió a latir. Como lo expresaría un amigo: mi capacidad de mirar dio un paso sobre la oscuridad.
Una tarde noche de dialogo, de intercambio de ideas, de momentos dramáticos y otros sumamente tiernos, muestras de cariño, de apoyo, y peticiones incesantes por un personaje parte y todo de mi ser…
Y en medio de los fuerte destellos, en medio de la brillante luz, en medio de la tormenta eléctrica que iluminaba a instantes todo a mi alrededor, miré unos labios y un anhelo, un ruego, un deseo, una ilusión surgió de lo más profundo…
Déjame besar tus labios,
déjame probar el dulce néctar de tu ser,
deja entrelazar mis dedos en tus cabellos
y con dulce y lento movimiento acercarme a ti,
deja que con delicadeza mis labios
abracen a los tuyos,
con la sutileza y la tersura de un pétalo de rosa,
con un roce casi imperceptible,
abandonando el mundo y sus leyes,
viajando en las alas de un inconsciente sentimiento
y después, sólo mirarnos,
tratando de grabar en la memoria
la infinita ternura del momento
desbordada en esa luz tan especial de tus ojos…
Destellos de ternura,
destellos de deseo,
destellos de luz.
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